Stefan Zweig
A través de un objeto, cuyo valor es inestimable, conocemos la historia de una persona llamada a soportar sobre sus espaladas una enorme responsabilidad. A través de esa persona, conocemos la historia de un pueblo y su forma de entender el mundo. Una vez más, Zweig despliega un relato que dosifica en partes iguales tensiones, tristezas, aprendizajes, miserias y virtudes. Una historia tan bien escrita como adictiva.
A veces los perros aullaban porque los humanos, ahogados en su propio miedo, se olvidaban de alimentarlos; a veces retumbaba el sonido de una tuba por encima de las murallas, cuando había cambio de guardia. Pero la gente en sus casas contenía la respiración. Derrotada estaba la ciudad, la vencedora del mundo, y cuando de noche el viento atravesaba los callejones vacíos, sonaba como el lamento abatido de un herido que siente las últimas gotas de sangre escapando de sus venas.