ENRIQUE ANDRÉS RUIZ
El narrador de Los montes antiguos regresa a la casa familiar, en Soria, tras la muerte de su padre. Allí ha de hacerse cargo de una tierra que, lejos ya de la idealización de otros tiempos, reclama ahora el cuidado de los árboles, el desbroce de la maleza, los preparativos para combatir el fuego. En sus sucesivas estancias en este territorio de límites imprecisos, entre el campo y la pequeña ciudad de provincias, descifrará u00abun ritmo que no se acompasa sino a sí mismou00bb, el de una naturaleza que se sabe u00ablejos de la guerra de los argumentosu00bb. Pero, también, desvelará una callada e insidiosa conciencia de la Historia: la de aquellos hombres y mujeres olvidados (paisanos y forasteros, fugitivos, hombres de palabra, gentes de oficio pegado a la tierra, muchachas fabuladoras, visionarios del pasado, soñadores de la revoluciónu2026) por los que pasaron una república y una guerra civil, las migraciones de la supervivenciau2026, y la vida, en resumen, en sus aspectos más tenues y reveladores.nCon su bellísima prosa, impregnada de la viveza del habla popular, y una singular cadencia de pensamiento, entre la novela y el ensayo más intuitivo, Los montes antiguos es una ambiciosa indagación contra cualquier naturalismo ingenuo o nostalgia edulcorada. Contra el mito de un país edénico, pero también contra la desmemoria. Una suerte de geórgica virgiliana moderna atravesada por la contingencia que compara en el fiel de la balanza, con una misma sospecha, naturaleza e historia.